"No está bien lo que haces."
Le faltaba decir "...y lo sabes".
...porque lo sabía y lo sabía muy bien.
Las siguientes dos líneas son lo que me habría dicho si no me hubiese encontrado desempolvado el sable decorativo del Lobby:
Ninguna persona con sentido común lo haría. De repente se le podría excusar a un infante inmaduro, pero llegar al extremo de que una señorita de su edad e historial se ponga a husmear en lo que no le importa...bueno.
Lady Tennaken había crecido en la misma cuadra que yo. Siempre había sido una amistad forzada por la relación amical de nuestras madres y ella lo sabía. Jamás pasamos interminables tardes de verano jugando soga, tomando helado o paseando por el parque. Éramos compañeras en las clases de literatura que otorgaba su madre por lástima a la aparente falta de cultura que le transmitíamos sus buenos vecinos. No tenía el derecho moral para llevar a cabo su pequeño juicio mental.
Había llegado la hora de la venganza. Mi mente infantil y yo finalmente nos uniríamos para un acto digno de un psicópata de 1'70, contextura delga, cabello descuidado y mirada perdida.
Solo necesitaba un cuarto, unas cuantas sábanas ensangrentadas, un cuchillo y una historia convincente.
"Lo sé."
...ser mucama tenía sus ventajas después de todo.
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