jueves, 11 de diciembre de 2008

Pastelería - Conversaciones alrededor del horno



Vittorio estaba en la pastelería preparando sus magníficos dulces, yo salía de mi turno y decidí pasar a saludarlo. El sutil aroma del pan recién horneado invitaba a cualquiera a quedarse ahí por siempre y el sabor del chocolate derretía todo intento de abatimiento en la pastelería. Era un lugar mágico, no había duda de eso.

Visitar a aquel viejo sabio era siempre una gran aventura, sus historias podían hacerte reír a carcajadas o casi morir de miedo, era un maestro en todo lo que hacia.

“Has de saber, pequeña, que muchas cosas han cambiado desde que él llegó. Antes el hotel era un lugar con luz propia, ahora todo es misterioso y tétrico al mismo tiempo”

Y vaya que tenia razón en lo que decía, ahora todo era tan misterioso, nunca sabías qué podría ocurrir ni a quién te encontrarías por los pasillos.

Continuamos con nuestra plática y fue inevitable llegar al tema de la Sra. Piggot. “Es una dama adorable y de muy buen gusto aunque un poco excéntrica también” – Afirmó con una sonrisa muy particular en el rostro.

Muchas veces me pregunté si entre esos dos alguna vez ocurriría algo y nunca he pude llegar a una conclusión. En ocasiones parecen estar hechos el uno para el otro pero por momentos son completamente lo contrario. Ella atormentada por un espíritu que andaba revoloteando por su mansión y él, afligido por un pasado un tanto tormentoso que era mejor mantener en secreto.

Quedaba pendiente averiguar como terminaría esa historia.

Los jardines - La luna llena en mis ojos

Ahora solo podía pensar en correr hasta el arbusto más cercano para esconderme.

Me sentía liviana y llena de vida.




La brisa primaveral cortaba los hilos de mi uniforme pero yo era una ardilla que se reencontraba con una vieja nuez enterrada.

"¡Lo vi, lo vi, lo vi!"- dije con júbilo.

Las hormigas comenzaban a subirse por mi falda pero nada me importaba. Lo vi. Las mariposas salían de sus capullos, el pan del horno y yo de una clausura infernal de trabajo. El piano lloraba, las harpas cantaban...

"Te vio"

"Cállate. No me vio."

"Sí, lo hizo."

"No."

Debo admitir que ambas, mucama y recepcionista, debíamos poseer la imprescindible habilidad de detectar el más mínimo detalle de cada cosa. En esta oportunidad cosa definía al huésped del cuarto 2310. Era apenas su segunda semana en el hotel y ya se había ganado dos fieles admiradoras, capaces de todo por cruzar miradas con él...tan solo una vez más...

"¡Agáchate!"

El huésped había salido al balcón.

"Creo que me sí me vio, ¿no?"-dije en voz baja. Era increible cómo el ruido de los grillos podía sofocar a cualquier otro.

Una nube tapó la luz de la luna y el huésped había desaparecido.